Elegancia sobre todo con Forma Antiqva en la Quincena
Beckmesser | 11 agosto 2021
Puede que sea el Ciclo de Música Antigua de esta doble quincena musical donostiarra el que más incondicionales fieles melómanos concita, hecho demostrable por la simple realidad de que casi noventa minutos antes de abrir las puertas de acceso ya había personas haciendo cola, que al final llegó a ocupar casi dos de los cuatro lados que conforman la Plaza de Zuloaga, habida ante el emblemático e histórico edificio que en la actualidad acoge al Museo de San Telmo.
En esta ocasión fue el ensamble asturiano Música Antiqva, concretamente de la cuenca minera de Langreo, integrado desde su nacimiento en 1998 por los hermanos Aarón, Pablo y Daniel Zapico, el que asistido por dos magníficos violinistas y una solida maestra ante un violonchelo barroco, el que concitó un muy merecido reconocimientos, sin reservas, con justificados y sólidos aplausos al finalizar cada uno de los cuatro ciclos que integraron el programa: Obertura, Primera, Segunda, Tercera Jornadas y Fin, cerrándose, a modo de propina con una virtuosa creación de propio conjunto.
Como acertadamente explico Aarón Zapico, el concierto es el resultado de un encuentro entre los atardeceres del barroco musical español y las tendencias que vienen de fuera, principalmente italianas, lo que le imprime un carácter especial, que no se encuentra allende nuestras fronteras en el siglo XVIII. Ante semejante planteamiento José de Nebra no podía estar ausente, haciéndose carne en el pentagrama, a través de su zarzuela en dos actos Iphigenia en Tracia, estrenada en el madritense Teatro de la Cruz el 15 de enero de 1747, como homenaje a recién reinante Borbón hispano Fernando VI. Se ofreció es esta obra, por este sexteto instrumental, la Obertura en sus tres movimientos de Andante, Minué y Allegro, dando la tónica que se mantuvo en todo el concierto, cual fue una indiscutible elegancia.
Quedarán para un permanente recuerdo el cuajado sonido del Fandango de Álvarez Acero; la dulzura del Andante alla francese integrada en la sinfonía de La Nitteti, del napolitano Nicola Conforto; Il tempo di minuetto de Luigi Boccherini (inequívocamente en la plenitud de la elegancia sonora; el lucimiento de los tres Zapico en la primera parte de Cumbees del guitarrista y compositor madrileño Santiago de Murcia (1673-1739); y la música compuesta por el propio conjunto que acompañó, como propina, la declamación que hizo Aarón de un poema anónimo titulado “Nadie de amor publique”, el cual, según el verso, la rima consonante y el contenido semi burlesco, no debe de andar lejos de los avatares y aledaños de don Francisco de Quevedo y Villegas, señor de Torre Abad.
Manuel Cabrera
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Sin embargo, esta atractiva propuesta, que hizo...