Pinceladas musicales del Madrid dieciochesco
El Comercio | 27 mayo 2021
Forma Antiqva, el grupo asturiano dirigido por el clavecinista Aarón Zapico, cerró con éxito la Primavera Barroca de Oviedo.
‘Farándula castiza’ es el título del recital de Forma Antiqva con el que ayer concluyó la VIII Primavera Barroca de Oviedo en el Auditorio. Si farándula es una palabra que se relaciona con el mundo del teatro y del espectáculo, lo castizo lo asociamos con lo popular madrileño, la ciudad que en el siglo XVIII empezaba a transformarse de poblachón manchego a capital de la Corte.
El clavecinista Aarón Zapico, al frente de Forma Antiqva, nos invita en ‘Farándula castiza’ a un recorrido por las calles de ese Madrid dieciochesco, en las que de esquina a esquina se podía escuchar un fandango popular, un aria cantado por el castrato Farinelli, extraída de una ópera de un compatriota suyo italiano como Nicolo Conforto, o Giovanni Battista Mele, un trío de Boccherini, una música de un viejo maestro de capilla o una sinfonía de Vicente Basset.
Esa atmósfera abigarrada de sonidos que supo reflejar de una manera tan excelente Boccherini la recogieron ayer los hermanos Zapico –Aarón, Daniel (tiorba) y Pablo (guitarra)– con los violines Jorge Jiménez y Daniel Pinteño, el viola José Ángel Vélez, la violonchelista Ruth Verona, el contrabajista Jorge Muñoz y el percusionista Pere Olivé.
Antes de comenzar el concierto, Aarón Zapico se dirigió al público agradeciendo su presencia y la labor del Centro Nacional de Difusión Musical y la Fundación Municipal de Cultura de Oviedo.
Zapico reivindicó la defensa del patrimonio musical al que llevaba dedicado ya veinte años y anunció para el mes de agosto la grabación de la música de algunos maestros de la Catedral de Oviedo.
Se disculpó por la alteración del programa, ya que estaba previsto un recital que relacionaba las obras de jardinería con la música, y que, al final, se sustituyó por este, vinculado al Madrid del 1750.
El estilo de Forma Antiqva es bien conocido. Por una parte, combina una interpretación libre, a veces improvisada, y, por otra parte, una verdad estilística propia de la época.
Para los Zapico, la partitura es una mera radiografía sobre la que se crean tímbricas nuevas, fraseos y matices coherentes con la obra.
En este sentido, destacamos ‘Cumbés’, del guitarrista Santiago Murcia, una obra con ritmos de amalgama de gran modernidad, que recuerdan a la música iberoamericana.
La belleza melódica de José de Nebra en las oberturas y las sinfonías de Vicente Basset, muy variadas, fueron otros aspectos del concierto, en el que también hubo cabida para lo más castizo hispano, que es el fandango y sus variantes.
El percusionista con las castañuelas, Pere Olivé, que nos recordó a Lucero Tena, dio toda una lección de cómo se toca rítmicamente la música española.
Un concierto muy aplaudido, cerrándose con un fandango del siglo XVIII como propina.
Ramón Avello
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