Pergolesi sacro-profano
Schertzo | 31 octubre 2017
El Stabat Mater es la obra más célebre de Giovanni Battista Pergolesi y, probablemente, una de las que más claramente se identifican con el periodo Barroco. Ello, gracias la infinidad de grabaciones discográficas que se han hecho y que se siguen haciendo de ella (no hay mes que pase sin que surja una nueva). Paradójicamente, el Stabat Mater de Pergolesi no es frecuente en las programaciones. Ni siquiera en las de música religiosa. Y tampoco es habitual que una orquesta española lo interprete. Ahí radicaba en buena medida el atractivo del concierto ofrecido el pasado sábado por la formación asturiana Forma Antiqva, que lo hizo acompañar de dos Salve Regina, uno debido al propio Pergolesi y otro, a Leonardo Leo (dos de los más destacados compositores de la escuela napolitana de la primera mitad del siglo XVIII).
El programa incluía también, a modo de inicio del Stabat Mater, una obertura para múltiples instrumentos de Vicente Basset, compositor del que se tienen muy pocos datos, salvo que fue el primer violín de la orquesta del Real Coliseo del Buen Retiro desde 1748 (falleció en 1762). Quizá la presencia de esta obertura resulte discutible en un programa eminentemente napolitano, ya que la música de Basset es deudora de la escuela milanesa, que tuvo su mejores exponentes en Sammartini (Giovanni Battista), Cheleri, Brioschi, Zappa y Ricci.
El concierto comenzó con la bellísima Salve Regina de Leo, que bordó Eugenia Boix. La soprano aragonesa lleva tiempo en estado de gracia y aquí lo demostró una vez más, permitiéndose incluso un Do sobreagudo. No solo se la vio holgadamente cómoda e insolentemente segura, sino que evidenció disfrutar con esta música, sacra, sí, pero con un inequívoco sesgo teatral. No le anduvo a la zaga, en el otro Salve Regina que hubo a continuación, el contratenor de Carlos Mena, con quien se agotan los calificativos elogiosos cada vez que actúa. Su emisión es siempre cristalina y su proyección no tiene parangón entre los de su cuerda. Pero lo que más impresona de él es sentimiento que pone en cada nota.
Boix y Mena hicieron juntos, tras la pausa, un memorable Stabat Mater. Hondo, enternecedor, emotivo... Pero, también, esplendoroso. En eso tuvo también mucho que ver la enérgica dirección de Aarón Zapico al frente de Forma Antiqva, con una sección de cuerdas exquisitamente tersas y con un bajo continuo creativo y suntuoso (Josetxu Obregón, violonchelo; Pablo Zapico, archilaúd; Daniel Zapico, tiorba, y Jorge Muñoz, contrabajo... y sin órgano). ¡Cualquiera diría que Forma Antiqva había tenido esa misma mañana dos funciones en el Teatro Real con el Dido y Eneas de Purcell!
Eduardo Torrico
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