"Escuchar las cantatas italianas de Domenico Scarlatti siempre resulta agradable, claro que si a un conjunto instrumental, como el de los hermanos Zapico, le sumamos el lujo de voz que posee la soprano María Espada, el éxito está más que asegurado."
Escuchar las
cantatas italianas de Domenico Scarlatti siempre resulta agradable, claro que si a un conjunto instrumental, como el de los hermanos Zapico, le sumamos el lujo de voz que posee la soprano María Espada, el éxito está más que asegurado.
A Espada se le conoce por estos lares, pues no hace tantos meses pudimos escucharle en el Kursaal, y ya en un recinto de aquellas características llamó poderosamente la atención el instrumento que posee. No hablo sólo de buena técnica -que debería ser lo mínimo a exigir a un cantante-, sino de una potencia impresionante o una agilidad muy especial gracias a la cual pasa por cada fraseo de una manera liviana pero sin dejar la contundencia sonora de lado.
Todo esto, para expresar que cuando María Espada comenzó su canto en el recitativo inicial de
Tu mi chiedi o mio ben sonó como un potente remolino vocal, llenando la nave del convento de Santa Teresa como pocas veces se ha escuchado en los últimos años. Su canto buscó posteriormente amoldarse a la acústica del lugar logrando entrar en vericuetos llenos de matices, incidiendo de manera muy especial en el texto y de ese modo centrarse en una interpretación que fue mucho más allá de una lectura sin más, fue de cotas musicales realmente destacables, sobre todo en el aria de
Di fille vendicarmi vorrei donde hizo gala de una bravura vocal asombrosa. Entre recitativos y arias, la cantante supo amoldarse a la perfección a los ritmos y tempos que desde el clavecín impuso Aarón Zapico, quien a su vez, se entendió a la perfección con el resto de componentes, entrando en bailes sonoros entre violone, tiorba, guitarra española, archilaúd y tiorba. Buena propuesta, buen concierto